Llega un punto en la vida, en el que los neumáticos ya no son lo que eran cuando los conocimos y comienzan a consumirse, despues de recorrer varios km, tras pasar por un amplia variedad de suelos y soportar un automóvil conducido de múltiples formas y por múltiples pringaos.
Todo neumático en algún momento pueden sentir ganas de rebentar, pero sabe que así perjudicará mucho a las personas que, en gran medida, dependen de ellos para avanzar.
Es entonces, tras esta reflexión, cuando deciden continuar comiéndose toda la mierda del suelo que les quede por rodar, y se conciencian de que la mejor opción es resistir hasta que un jabalí se cruce en su camino, o hasta que el coche del que forman parte decida mudarse al desguace, como quien se muda a un cementerio.
La DGT ha hecho algo bueno, por una vez en la vida. No permitir la marcha atrás en más de unos metros de distancia. Las ruedas, a diferencia de personas, tendrán asegurado no volver atrás. Al menos, no demasiado.
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